Introducción

La continuidad y calidad de vida de la humanidad depende nsoslayablemente de la condición (o estado de “salud”) de los ecosistemas tanto naturales como manejados en términos de su capacidad de suministrar a la sociedad servicios de provisión (alimentos, fibras, agua, recursos genéticos) y servicios reguladores (calidad de agua, regulación climática e hidrológica, polinización, amortiguación de desastres naturales, etc.; Daily 1997, MAE 2005). Durante los últimos 50 años las actividades humanas han alterado los ecosistemas en un grado y magnitud sin precedentes en la historia de la humanidad (MAE 2005) afectando directamente su capacidad de suministrar de bienes (por ej. sobreexplotación de recursos) o indirectamente produciendo cambios sobre la biodiversidad y los procesos ecosistémicos (por ej. intercambios bióticos, cambios atmosféricos, fragmentación, cambios de uso de la tierra) que pueden alterar la provisión de servicios a las sociedades (Vitousek et al. 1997, MAE 2005).

Estos forzantes de cambio global que impactan sobre la biodiversidad y los ecosistemas de manera no homogénea sobre el planeta (Sala et al. 2000), son a menudo lentos, graduales o infrecuentes (Kitzberger 2013), tornando indispensable el desarrollo de estudios a largo plazo de impactos ecosistémicos a escalas regionales (Franklin 1990). En ese sentido, son crecientes los esfuerzos nacionales e internacionales como las redes LTER (Long Term Ecological Research, EEUU) LTSER (Long-Term Socio-Ecological Research, TERN (Terrestrial Ecosystem Research Network, Australia), LEON (Global Lake Ecological Observatory Network) y la red de redes ILTER International Long Term Ecological Research) cuyo objetivo es analizar en orma de redes de sitios de largo plazo el estado y las tendencias de los cosistemas en función de la variación de los forzantes de cambio global.

En países del sur de Sudamérica en general y Argentina en particular el análisis ambiental, de la biodiversidad y del funcionamiento de ecosistemas es aún incipiente y poco estandarizado (Anderson et al. 2012). En parte por la histórica falta de fuentes de financiación de estudios de largo plazo, la necesidad de grupos de investigación de producir resultados en el corto plazo y por la falta de instituciones específicas dedicadas al ambiente. Así, la escasez de datos de líneas de base de variables mbientales y procesos ecológicos torna muy dificultosa la estimación de tendencias de los ecosistemas y más aún la predicción del impacto de los forzantes del cambio global sobre los mismos. Actualmente, los esfuerzos de monitoreo a mediano plazo se han centrado en grupos de investigación que generan información con metodologías propias. Lamentablemente, muchas veces estos esfuerzos de grupos individuales se diluyen cuando el investigador responsable del proyecto se retira o los grupos de investigación se isuelven. Para corregir estas falencias es necesario generar programas científicos consensuados de largo plazo que abarquen diferentes ecosistemas y scalas, así como también asegurar aportes de fondos de investigación ecológico-ambiental a nivel de institucional.

Justificación

El Sudoeste de la Argentina constituye una región estratégica para el monitoreo y estudio de los efectos del cambio global.

Primero, constituye una de las transiciones bioclimáticas más marcadas y abruptas del mundo (Fig. 1a) abarcando una transición de biomas tan disimiles como los bosques lluviosos templados hasta las estepas y matorrales xerófilos del centro sur de Argentina (Fig. 1b). Es precisamente en estas transiciones donde se espera encontrar más temprano y en forma más marcada los impactos del cambio global sobre los ecosistemas y los servicio que ellos brindan (di Castri et al. 1988, Kupfer & Cairns 1996, Kitzberger 2012).

Figura 1. Ubicación de la Transecta Sudoeste 2100 (TSO2100) en función del Índice Verde Normalizado(a), la distribución de biomas de la Argentina (Cabrera 1976) (b) y los cambio proyectados al 2100 en precipitación de verano (DGF CONAMA 2006).

Segundo, dicha transición constituye una gran unidad funcional de rovisión y demanda de servicios ecosistémicos. Por ejemplo, los efectos de degradación de ecosistemas de altas cuencas (glaciares, altoandinos, bosques) repercuten a lo largo de toda la transición e impactan sobre la calidad de servicios como la provisión regulada de agua de calidad en las cuencas medias e inferiores (lagos y ríos) donde se desarrollan la mayor parte de las actividades antrópicas como urbanización, agricultura, turismo, etc. Tercero, la transición será afectada por los impactos del cambio global y cambio climático de manera no-homogénea y compleja (Premoli et al. 2006). Según modelos de cambio climático las precipitaciones proyectadas serán contrastantes, con un incremento de aridez estival hacia la cordillera y un incremento de pluviosidad estival hacia la estepa y el monte (DGF CONAMA 2006). Cuarto, la transición incluye una región biogeográfica con una biota caracterizada por gran diversidad de endemismos de alto nivel taxonómico pero muy susceptible a ser invadida por organismos exóticos que generan fuertes impactos negativos sobre los ecosistemas (Premoli et al. 2006, Morales y Aizen 2006). Quinto, los cambios globales esperados para esta región pueden afectar la provisión de servicios ecosistémicos clave tanto a nivel regional, nacional y global. A nivel regional la provisión de servicios estéticos-recreativos de los paisajes Andino-Patagónicos es clave para sostener la industria del turismo. Cambios climáticos que afecten al régimen hídrico, las altas temperaturas y al aumento de incidencia de rayos pueden afectar la frecuencia e intensidad de incendios con consecuencias graves sobre la integridad de paisajes enteros. A escala nacional, cambios ecosistémicos en altas cuencas pueden repercutir en el régimen hidrológico cuenca abajo afectando, por ejemplo, la provisión de energía eléctrica a nivel nacional. A escala global, los sistemas de lagos profundos Patagónicos por su lejanía a fuentes globales de emisiones de nitrógeno atmosférico son considerados ecosistemas centinelas, sin embargo, los aumentos en urbanización podrían rápidamente degradar esta condición.